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Lectura Dominical: Los Párraga, su legado en el sur de la ciudad

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Lectura Dominical: Los Párraga, su legado en el sur de la ciudad

 

Por Fernando Rodríguez

ferna.rodriguez74@gmail.com

 

La historia de la joven nación cubana es rica en hechos, lugares y personalidades que han dejado su huella indeleble. Sin embargo, muchos de ellos se han perdido en el tiempo, pues se le ha dado mucha más cobertura, en libros de texto y obras de carácter histórico, a figuras y proezas más bien militares con incidencia directa en la Cuba de hoy, como si ratificara el axioma de que “la historia la escriben los vencedores”.

Hay figuras que también tuvieron relevancia en la historia patria, ya sea por sus virtudes patrióticas, labor científica, humanitaria, comunitaria o de carácter económico y social. Párraga es un apellido ilustre con preponderancia en varias esferas de épocas pasadas.

El actuar de algunos de los miembros del clan Párraga ha trascendido hasta nuestros días. Hablamos de una de las antiguas familias adineradas españolas que llegaron a San Cristóbal de la Habana, en el caso Párraga a mediados del siglo XVIII proveniente de Vigo, Galicia. Coincidentemente a mediados de esa centuria surgen las primeras casas agrupadas en pequeños caseríos a ambos lados del viejo camino de Jesús del Monte, así surgieron Víbora, Jesús del Monte y Arroyo Apolo, integrantes de la Habana extramuros.

 

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No fue hasta finales del siglo XIX que esas pequeñas localidades fueron consideradas como parte de la ciudad. El ambiente campestre de La Víbora y otras localidades del sur de La Habana siguió imperando a lo largo de todo el siglo XIX, donde mayoreaban las fincas agropecuarias y vegas de tabaco. En La Víbora, como ocurrió con áreas similares como el Cerro y Puentes Grandes, comienzan a asentarse familias de abolengo para veranear.

En 1903 Ángel Justo Párraga, bisnieto del primer Párraga llegado a Cuba y uno de los más emblemáticos miembros de esa añeja familia, compra la finca Catalina de la Cruz o Las Cruces, enclavada en la periferia de la loma del Mazo. En fecha similar adquirió, junto a su hermano Carlos Ignacio, una propiedad en el actual municipio Arroyo Naranjo que debe hoy su nombre: Párraga.

Ambas propiedades fueron parceladas de forma debida. En el caso de la finca Las Cruces se convirtió en uno de los repartos que integraron La Víbora de esos años, se nombró inicialmente Reparto Párraga (no confundir con el de mismo nombre de Arroyo Naranjo). Los otros pequeños repartos colindantes con este, integrantes de La Víbora, fueron los de Mendoza, Vivanco y Loma del Mazo.

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Los emprendedores hermanos Párraga se dieron a la tarea de urbanizar y permitir a otros comprar y rentar porciones de sus vastas propiedades para construir y hacer verdaderamente metropolitanas las áreas de esa parte del sur de la ciudad. Ángel Justo, desde el propio 1903, se dio a la tarea de construir el Palacete de los Párraga, hoy Casa de la Cultura del municipio 10 de Octubre.

Esa bella construcción es desde 1907 una de los tres inmuebles que se enseñorean de la Calzada de 10 de Octubre, antigua Jesús del Monte, en unión de las Iglesias de Jesús del Monte y Los Pasionistas. De igual forma se construyeron otras grandes mansiones –actualmente muchas en mal estado por el paso del tiempo y la desidia humana propia del sistema imperante en Cuba- en su propiedad delimitada de este a oeste por la calzada Jesús del Monte hasta la calle Cortina y de norte a sur de la calle Libertad hasta Patrocinio.

Las calles de La Víbora en su mayoría fueron bautizadas con nombres de patriotas que habían luchado por la independencia recién lograda, a la que también aportaron mucho los Párraga. Una excepción es el Pasaje Enrique, nombrado así por Ángel Justo en honor de su primogénito Enrique Párraga Hernández, quien fue su más fiel colaborador en sus esfuerzos por urbanizar La Víbora.

Este pasaje está entre las calles Milagro y Libertad y es escoltado por las de José María Heredia y José Antonio Saco. El palacete, en el corazón de la Víbora, fue nombrado Villa Doña Isabel, en homenaje a la virtuosa esposa de Don Ángel Justo. El fondo del palacete está custodiado por la calle José Miguel Párraga, hermano mayor de Carlos Ignacio y Ángel Justo, gran patricio que lo dio todo por la independencia de Cuba. Parecía que así cuidaría eternamente las espaldas de su familia. Esa calle tuvo un nombre inicial de claro mensaje hispánico: Príncipe de Asturias.

Si La Víbora tuvo su origen urbanístico en casonas que eran propiedad de familias de gran abolengo, el reparto Párraga tuvo un origen humilde. Fue un barrio construido para personas de bajos ingresos, lo que ahora se conoce como un reparto popular o de la periferia de la ciudad, aunque no con el deterioro actual, distante de los propósitos de sus fundadores. Es conocido que para el esfuerzo constructivo de Párraga se divulgaba en medios de prensa: “un solar por una peseta”. Así funcionó el sistema de recolecta de fondos para construir las casas de la localidad, se depositaban pesetas en alcancías ubicadas en las casas que se iban construyendo y un recaudador recogía el dinero recolectado.

El reparto se concluyó de forma rápida y eficaz, y Carlos Ignacio bautizó las calles de su reparto con los nombres de sus abuelos, hermanos, padres, tíos, esposa, hijos, primos hermanos, cuñados y sobrinos, algunos fallecidos y otros todavía pequeños. Para los vecinos del lugar ahí están las calles Ángel Justo, Enrique, Silvia, Pilar, Carlos Ignacio, José Miguel, Isabel, Estela, Alicia, José Antonio, Alfredo y Miguel. No se puede mencionar las obras materiales sin hablar de los hombres que las hicieron, tomando de base a los hermanos José Miguel, Carlos Ignacio y Ángel Justo Párraga. José Miguel Párraga, primogénito de su generación familiar nació el 12 de febrero de 1847 en Santa María del Rosario.

 

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Alumno de José de la Luz y Caballero, hacedor de cubanos, tiempo después abandonó, por sus ideales independentistas, la carrera de medicina en sexto año y partió para Nueva York de donde vino enrolado en la expedición del Perrit que desembarcó al norte de Oriente el 11 de mayo de 1869. Dicha expedición estaba dirigida por el Mayor General norteamericano Thomas Jordan y Francisco Javier Cisneros.

José Miguel combatió sucesivamente bajo las órdenes del propio Jordan, Donato Mármol, como parte del cuerpo de sanidad, Manuel Quesada, Máximo Gómez, Ignacio Agramonte y Julio Sanguily. Fue herido en 1872 durante la batalla de Najasa. También combatió a las órdenes de otros jefes militares como José González, Henry Reeve El Inglesito y Ricardo Céspedes.

Por encargo de Gómez construyó varios hospitales en campamentos mambises y dispuso de fondos con admirable eficiencia y honradez. Después de cruento combate cae prisionero de los españoles el 5 de febrero de 1877 en el hospital mambí de Ramoncito, en San Blas, Ciénaga de Zapata, uno de los puntos más occidentales de las fuerzas independentistas. Si no fue fusilado fue por la nueva política pacifista del Capitán General español Arsenio Martínez Campos.

Lo deportaron a España. Se radicó en Barcelona donde culminó sus estudios de medicina. En el exilio estrechó sus vínculos con Máximo Gómez y Antonio Maceo. Conoce a José Martí, a quien le unió la misma amistad, basada en el amor patrio, que ya tenía con los dos más altos jefes mambises.

Es abundante la correspondencia que consta de sus vínculos con esos tres grandes próceres de Cuba. Incluso Martí cubrió con una hermosa crónica social la boda de su hermano Carlos Ignacio, efectuada en Nueva York en 1887. José Miguel fungió como el tesorero y recolector de fondos del Plan Gómez-Maceo de 1884. Después de ocho años en Barcelona marcha a Nueva York donde estableció su consulta médica y fue destacado masón.

Hizo gran clientela y aportó considerables sumas de dinero a la causa criolla. Perteneció al Comité Revolucionario Cubano de dicha urbe y fue objeto de elogios por parte de Gómez y Martí. Murió sin ver triunfar sus ideas a principios de la década del 90. Carlos Ignacio Párraga nació en 1855, en Guanabacoa, licenciado en derecho, también tuvo activa participación como conspirador y colaborador en las luchas separatistas hasta que marchó al exilio donde jugó un papel destacado. Fue miembro de la Asamblea de Representantes de la República en Armas, después de la del Cerro.

Fue uno de los fundadores del Partido Liberal, miembro del primer Senado de la República y uno de los actores principales de los tiempos turbulentos de la primera intervención norteamericana, la primera elección presidencial y de todos los vericuetos políticos que hubo entre asambleístas y Máximo Gómez, pues a pesar de admirar al Generalísimo, temía una eventual dictadura militar. No fue de su agrado el Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos pero no votó en su contra por considerar que sería en vano oponérsele. Fue gran abogado de principios del siglo pasado que ofició como albacea de varias de las familias más acaudaladas de La Habana.

Se casó con una miembro de una de esas familias, María Luisa Ponce de León y Bachiller, quien era hija de José Néstor Ponce de León, abogado, periodista y literato amigo de José Martí, y Antonia Bachiller, hija del gran Antonio Bachiller y Morales. Una de las hijas de la pareja conformada por Carlos Ignacio y María Luisa, Graziella, contrajo matrimonio con Elías S. Maduro, miembro del poderoso clan Maduro, que dominaba el beisbol cubano de los años 40 y 50 del siglo XX. En segundas nupcias se casó con Ernesto de Blanck y Martin, hijo de Hubert de Blanck.

Ambos esposos y un tercero la dejaron viuda. Graziella fue guitarrista y compositora, una de sus obras más conocidas es “En la tarde gris”. Alicia, otra de las hijas de Carlos Ignacio, fue la presidente de las Católicas Cubanas y destacada benefactora social. Todavía se conserva un mural a la izquierda del vestíbulo del inmueble sede de las Católica Cubanas, hoy Hospital Pediátrico del Cerro, en esa obra se observa a Alicia presidiendo una reunión de dicha organización.

Otra hija, Margot, dirigió una compañía de ballet con su nombre que radicaba en los bajos de su residencia sita en calle 4 entre calzada y 3ra, Vedado. Como dato curioso otras hijas, Estela y Silvia, se casaron con los hermanos Martínez Zaldo, vástagos del cónsul general honorario de Checoslovaquia en La Habana. Ángel Justo Párraga nació en Guanabacoa el 28 de junio de 1863, también abogado, profesión muy arraigada en el árbol genealógico familiar. También colaboró con las luchas independentistas.

Declinó el título nobiliario de Los Párraga -Marqueses de las Tres Torres y Varones de Visigodo- otorgado por la nobleza española, en digna protesta, fiel a sus ideas y al recuerdo de su hermano José Miguel, prócer de la causa anticolonial. Sin embargo, se conservan los escudos de dichos títulos nobiliarios en una de las casas de sus descendientes en la Víbora. También administró el Central azucarero Limonar.

Se unió en matrimonio a Doña Isabel Hernández y Boffil, una de las fundadoras de la Cruz Roja cubana y tuvieron como fruto de su amor cinco hijos varones y una hembra. Sus hijos Enrique y Miguel Ángel también estudiaron derecho. Ambos murieron en Cuba en 1968 y 1982 respectivamente, casos raros en la familia que en pleno abandonó el país después de 1959 ante la marea revolucionaria que amenazaba sus propiedades e intereses, temor que se hizo realidad en pocos años.

Miguel Ángel fue propietario de la Ruta 2 Párraga –Víbora de Ómnibus Aliados, ruta que ha cambiado algo de su nombre pero mantiene su terminal y recorrido original. Fue juez municipal y junto a su esposa Silvia Bachiller Giquel ayudaron mucho a la comunidad de Santiago de Las Vegas, en especial a la Iglesia de esa localidad. Ángel Justo, fiel a su nombre, fue el Mecenas de La Víbora, Jesús del Monte y Arroyo Apolo (actual Víbora Park), pues dirigió la Asociación de Propietarios Industriales y Vecinos de esos repartos y su órgano oficial, la Revista La Víbora.

Así encabezó la construcción de casas, calles y parques, la reforestación, alumbrado de calles y creación del sistema de alcantarillados. Fue concejal, como parte del primer Ayuntamiento – Gobierno- de la Ciudad, constituido en plena primera intervención norteamericana. También fue miembro de la Junta de Educación y muy aficionado a la fotografía. Fue socio fundador del exclusivo Havana Yatch Club, en la actualidad Circulo Social Obrero "Julio Antonio Mella".

Mientras que sus hijos Miguel Ángel y Alfredo Párraga fueron socios del Havana Bilmore Yatch and Country Club, el actual y no menos elitista Club Habana. Como abogado, Ángel Justo, instaló su despacho en los bajos de su palacio y desde allí dirigió sus obras mencionadas y negocios de bienes raíces, mantenidos por su hijo Enrique hasta octubre de 1960 en que fue afectado por la Reforma Urbana. También hizo y estrechó amistad con otras importantes familias como los Rivero, Céspedes, Menocal y Elcid.

Carlos Elcid fue otro eminente abogado, uno de los primeros magistrados de la ciudad e importante colaborador de Ángel en la revista La Víbora, pues fungió como jefe de redacción de dicha publicación mensual. Por cosas del destino con los años se convirtió en el suegro de Enrique Párraga al casarse su hija Célida con el mayor de los varones de Ángel. El viejo Ángel Justo murió en 1933, año turbulento por el fin de la tiranía de Machado y por la crisis económica mundial que golpeó fuerte a Cuba y los negocios parragueños, pues fueron congelados muchos de sus fondos bancarios y perdió el Reparto Párraga al no poder pagar su hipoteca.

En 1939 con la muerte de su esposa Isabel algunos de sus hijos decidieron abandonar la gran casona familiar y hacer las suyas propias de forma independiente. La casa que había crecido más -pues los hijos del matrimonio, ya casados, ocupaban varias habitaciones- fue rentada y se destinó para la clínica Santa Isabel. Con posterioridad el doctor Fernández Miranda cierra el contrato y construye su propia clínica en el inmueble que ocupa el actual policlínico Augusto Turcios Lima en la avenida Mayía Rodríguez, en el propio municipio 10 de Octubre.

La casona viboreña fue entonces rentada al doctor Martínez Corpa que la nombra clínica Nuestra Señora de Lourdes, en honor de la virgen que en escultura presidia una gruta al lado de una fuente en el patio de la casona. Ambas clínicas fueron nacionalizadas después del triunfo de la Revolución. Antes, en 1947, gran parte de los extensos y bellos jardines fueron expropiados por el ayuntamiento provincial del gobierno de Ramón Grau San Martin. Esos jardines son ocupados por la Calle Carmen, concretamente por la célebre Plaza Roja.

La casa ha mantenido algo de su esplendor por dentro y por fuera. Pérdida irreparable es la figura de un niño negrito que franqueaba la fuente que había en el primer paso de escalera inmediata a la verja de la entrada principal donde reza su nombre: Villa Isabel.

Ese negrito esculpido llevaba pantalones cortos de color azul y camisa blanca remangada con botas rotas en las puntas, de una de ellas salía el agua de la fuente que el negrito custodiaba. Fue destrozado al intervenirse la propiedad en 1960. Félix de Quesada era novio de Margarita Párraga, hija de José Antonio Párraga -otro hermano de Enrique y Miguel Ángel, hijos de Don Ángel Justo- cuando fue detenido a raíz de los sucesos del 13 de marzo de 1957. Su vida corría peligro por ser miembro de la FEU en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana y amigo de José Antonio Echevarría.

Fue liberado con la condición de exilarse en menos de 72 horas, así se casó apresuradamente con Margarita, también abogada, y partieron al exilio. Esto fue posible gracias a la intervención a su favor del señor Nicolás Arroyo Márquez, a la sazón ministro de Obras Públicas de Fulgencio Batista, quien a su vez era nieto de Adela, una de las hermanas de Ángel Justo, Carlos Ignacio y José Miguel. Félix de Quesada y Margarita regresaron a Cuba en el 59, pero después emigraron para siempre con su familia.

Los Párraga se siguieron entrelazando amorosamente con otros ilustres apellidos como Bacardi y Lousa. Familias formadas por los Párraga y sus conyugues están, con sus descendientes, diseminadas por el planeta en países como Estados Unidos, España, México, Puerto Rico y Holanda. Otros, permanecen contra viento y marea en La Víbora y Cuba de hoy, al lado de sus antepasados y recuerdos, pero con la mirada siempre en el porvenir.

 

Fernando Rodríguez es autor de los libros "Pase usted Señor Jonrón. La verdad sobre Cheito Rodríguez", "Armando Capiro. Grande por siempre" y "Antonio Muñoz. Del Escambray a Tokio". Los interesados en adquirir estas importantes publicaciones pueden llamar al autor al 786-523-5819 o contactarlo al email ferna.rodriguez74@gmail.com

 

Agradecimientos: A los esposos Luis Rodríguez Dueñas y Célida Párraga Elcid, Lourdes Párraga Elcid y Célida Rodríguez Párraga.

Bibliografía consultada: Los Estados Unidos contra Cuba Libre II, págs.33, 60 y 172. Emilio Roig de Leuchsenring. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1959 (primera edición). La familia Párraga y La Víbora (investigación histórica). Lissette González Navarro, 2003.

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