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El Atlético gana a Bilbao con gol de Godín

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Imposible no emocionarse. Media hora llevaba Godín arrastrando una pierna sobre la hierba, con dolor, cojo, pero ahí, tiraba el brazalete, el orgullo, la sangre charrúa, ese escudo que late al pecho. Se había cambiado el sitio con Saúl, con Thomas, para quedarse arriba, como el delantero centro que una vez fue, buscando el gol, que el gooool tapara el mordisco en la pierna. El Athletic se había puesto dos veces ya por delante y las dos el Atlético lo había ya empatado.

Era el minuto 92’, Thomas botaba una falta y ahí sacaba de nuevo la cabeza El Faraón, un futbolista de los que anteponen los colores al dolor. Cuando se rompió ya no había cambios, no podía irse, dejar a su equipo con diez. Su gol es la heroica y el fútbol de antes.

El Atlético ganó con el gol del cojo. Había regresado el uruguayo al once junto a Costa, que trataba de poner sus botas a ritmo de Thunderstruck, pero siguen desafinadas. Y eso que el Atlético comenzó la noche como si la del Dortmund aún no se hubiese acabado, mandando, dominando, encerrando al Athletic en su área desde que el árbitro diera por comenzada la noche, con su silbato. Y encima hoy tenía a Godín. Y encima hoy volvía Costa. Pero Berizzo tenía un truco, sus tres centrales, criptonita del Cholo, ce-men-to. A partir del minuto 10 surtió efecto. El Athletic sacó sus uñas aunque las tengas limadas.

Trataba de tener el balón sobre el buen pie de Beñat pero fueron minutos de más coraje que peligro real. El ímpetu de una gaseosa agitada, sólo hay que esperar a que el gas se le vaya. Y se le fue a este Athletic que con el balón no creaba, ante este Atleti que tiene a Correa y es todo barrio, las botas manchadas de barro, cada jugada pasaba por él, aunque en el peligro real estuviera primero Griezmann, en el pase, y Filipe, en el remate, y un poco más tarde en Arias. Simeone no era capaz de llevar al marcador ese dominio en la hierba. Quizá porque Grizi tenía pase pero no acierto, quizá porque Costa parece manso y esas son dos palabras que nunca pueden mezclan. El caso fue que el Athletic tuvo una y le bastó. Williams.

Envió un balón en largo De Marcos para que corriera Susaeta, que llegó al vértice del área y alzó la cabeza: ahí venía San José, ahí cedió. Éste pateó el balón directo a la escuadra, y Oblak se estiró, paró, pero el rechace regresó al área, por dos veces botó sobre la línea hasta que encontró un pie, el de Williams, que sólo tuvo que rozarla para enviarla a la red. La pura espuma de la primera parte había sido el equipo de casa. Dominio estéril, mandar para nada, con mucho Correa pero ninguna ocasión. Berizzo le ganaba al Cholo ya en lo importante, el marcador. Qué bocanada de aire entre tanto negro.

El Atlético volvió de la caseta fue Costa. Sobre la hierba Vitolo: salió con ganas, lleva un año forrándose las piernas con ellas. Como en diez minutos nada cambió, Simeone se sacó a otro conejo del banquillo: Gelson. Entraba por Montero. El Atleti se lanzaba sin red (y Saúl pareja de Godín atrás) a por la red de Herrerín.

La respuesta del Athletic fue un remate a bocajarro de Williams que atraparon los guantes de Oblak mientras la grada tragaba saliva. Menos mal que cuando todo falla siempre está él, su mano milagro. No por ser habitual deja de ser extraordinario. Entonces se oyó un grito. Era de Thomas y su pierna kalashnikov, la derecha, que envió el balón a la red de Herrerín, fuerte y ajustado buscando la escuadra, para encontrar el empate.

Williams lo acalló pronto. Al minuto, en cuanto Simeone agotaba todos sus cambios, que acababa de salir Kalinic por Montero, a lo pirata y al ataqueeee, Muiniain lanzaba un balón en profundidad a Williams, que corrió y corrió: toda la hierba del Metropolitano a sus pies. Y Godín trata de frenarle pero no llega, no alcanza, y Williams era Bolt. Y esta vez, como la otra vez, en el 1-0, ante Oblak no falló. Su equipo en ese momento era un frankenstein, al menos al ojo: nada estaba donde debía. Nada estaba en su sitio. O parecía estarlo. Saúl en el centro de la defensa, Godín en el área. Cojeaba, cojeaba mucho, y el Atleti ya no tenía cambios. Mejor eso que abandonar. Un charrúa nunca lo hace, abandonar a su equipo, jamás. Pero el gol lo encontró Rodrigo, lleva el 14 a la espalda, sabe de orgullo, de tirar de escudo.

En un córner que lanzó Thomas se anticipó a toda la defensa y cabeceó a la red. Simeone celebraba brazo al aire mientras miraba a ese Godín y Vitolo, echándose al equipo a la espalda. Y amenazaba al Athletic con Thomas, con Gelson, córner a córner, con Godín sin una pierna pero toda su entrega.

Porque entonces llegó. esa falta en la frontal de Unai Gómez a Godín. Thomas levantó la cabeza, asistía Griezmann de escorzo, Raúl García, que hacía nada acababa de entrar, rompía el fuera de juego y Godín marcaba de cabeza, como tantas otras veces. Hubo suspense de VAR, que el asistente dio primero fuera de juego y después el colegiado, pinganillo mediante, rectificó. El gol de Godín al final valió. Su piel quedaba en la hierba. Pocas veces tendrá el Metropolitano mejor abono.

 

AS

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