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Postales de la Maratón Río 2016

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RÍO DE JANEIRO – No puedo evitar imaginar el Sambódromo en pleno Carnaval de Río de Janeiro cuando miro su plácida estructura de cemento color gris gélido y de tacto ardiente. El sosiego de esta jornada cualquiera y extremadamente soleada al mediodía es total. Unas banderas izadas me recuerdan que sí, que estamos en plenos Juegos Olímpicos y que en breves días comenzará la modalidad de tiro con arco. Rápidamente mi imaginación vuelve a estar absorta en febrero y me trae aromas a fiesta, extravagancia, colorido y samba a raudales. La tribuna asciende a ambos lados, inerte y ajena a lo que sucede en el mundo de los sentidos.

La calzada la parte en dos y contemplo una escena imaginaria compuesta por miles de personas desfilando disfrazadas y decenas de miles observando. Cuando me doy cuenta, una valla con dos agentes de la Policía Militar frenan mi paso. Prohibido el acceso. Vuelvo a entrar en razón, sí estamos en plenas Olimpiadas y además de tiro con arco, este emplazamiento será la salida y la meta de la ruta de la maratón. Si Filípides levantara la cabeza. Los 42,195 kilómetros de la ruta de Río de Janeiro incluye un recorrido ajustado al siglo XXI. La Avenida Presidente Vargas es extensa a lo ancho y a lo largo. Se trata del segundo tramo de la maratón y es difícil visualizar la calzada sin automóviles con el ajetreo del día a día.

El tráfico es severo en toda la ciudad y los Juegos lo han hecho más complicado todavía. La Iglesia de la Candelaria descansa al fondo. Los atletas verán de frente su cúpula y los dos minaretes a los lados. Se tardó casi 100 años en finalizar esta fachada barroca con elementos neoclásicos y neo renacentistas en su interior. Se trata de una de las iglesias más destacadas de una ciudad en la que abundan los templos católicos. Sin ir más lejos, en las favelas, los narcos sólo permiten construir nuevos edificios si se trata de iglesias, cuántas más, más protección divina en sus guerras.

La Avenida Río Branco queda a la izquierda y por allá desfilarán los atletas para seguir rumbo al Aterro do Flamengo, o Parque de Flamengo. Se trata del jardín público más amplio del Este de Brasil y en esta maratón envidia la popularidad del Sambódromo y es que suele ser el punto de partida de varias maratones de la ciudad y la vuelta ciclista. En este emplazamiento pasarán buena parte del recorrido. Primero arribarán a la playa de Botafogo, sin duda el punto más negativo de la competencia. Localizado en el histórico barrio futbolero en el que Garrincha deleitó a sus seguidores durante 12 temporadas, es uno de los puntos de la ciudad en los que se pueden ver el Pan de Azúcar y el Cristo Redentor.

También es una playa desierta cuyas aguas llevan décadas contaminadas. Para ir a la playa mejor mirar al Oeste. También es imposible evitar la contaminación en la Marina de Gloria. La Bahía de Guanabara es la segunda más grande de Brasil después de la Bahía de Todos los Santos. Sus aguas una vez fueron parte de un ecosistema rico y diverso, sin embargo, en los últimos lustros las aguas fecales y los escapes de petróleo acabaron con sus tiempos de esplendor. La marina tiene poco de gloria. A pesar de ello, la innegable belleza del relieve dejará grandes instantáneas en las que se combinarán con el esfuerzo de los atletas en esta modalidad. El Parque Flamengo sigue siendo el protagonista.

Allí, los corredores se toparán con el Museo de Arte Moderno, el aeropuerto Santos Dumont y el Monumento a los Caídos en la Segunda Guerra Mundial. Una de las partes más atractivas de la carrera es a su paso por el Puerto Maravilla y la zona del Museo del Mañana.

El edificio fue construido por el arquitecto español, Santiago Calatrava, y se trata de la última postal de la ciudad. Inspirado en los Juegos Olímpicos, plasma un futuro en el que prima la sostenibilidad, la cultura, las ciencias, la tecnología y el arte. Habrá que tomar nota. El hambre pica desde hace varios tramos ya. La Avenida Río Branco y Presidente Vargas se hacen eternas después de dos horas y media y el Sambódromo queda a alrededor de 15 kilómetros. Con permiso de Filípides, me voy a dar un homenaje en un restaurante Mineiro.  


Por Gonzalo Aguirregomezcorta, ESPN

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