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‘La leyenda del judo’ vive en las calles de Miami

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J1

 

Cuando Luis Guardia vino al mundo una estrella del oriente asomó en el firmamento como señal de que su vida iba a estar siempre ligada a un arte marcial japonés desconocido en su Cuba natal. Esa estrella le alumbró el caminó cuando a los 19 años el belga André Kolychkine llegó a la Habana para establecer una nueva disciplina llamada judo, de la que Don Luis se enamoró para siempre.

Por aquel entonces Guardia, quien tenía grandes actitudes para los deportes, no imaginaba que su destino no sería ni el boxeo, ni la pelota, ni siquiera el fútbol, el preferido de su padre; desde que se puso el kimono supo que su matrimonio con el judo iba a ser para toda la vida.

lgo similar le ocurrió poco después a Jack Williams a tan solo 90 millas, cuando en 1955 comenzó a practicar este deporte en Miami, curiosamente en la misma ciudad donde Héctor Estévez consiguió su sueño, tras dar sus primeros pasos como judoca en Camagüey.

“El judo cambió mi vida”, comentó Estévez. “Tenía algo que me enamoró y que ayudó a salir adelante, a tener éxito en el colegio, a creer que no hay meta que no se pueda alcanzar”.

Los tres fueron campeones y su afán de superación los situó en la élite de este deporte, para luego continuar en otras funciones como verdaderos apóstoles del maestro Jigoro Kano. Hoy por hoy no se puede hablar de judo en Miami sin mencionar a Luis Guardia, Jack Williams y Héctor Estévez, tres de los máximos exponentes de este ancestral arte marcial en Estados Unidos. Y es que con los dedos de una mano se puede contar las ciudades en el mundo que pueden presumir de contar con ‘tres cintas negras’ que sumen nada menos que 24 dan.

De ahí que la Federación Internacional de Judo haya decidido rendirles un homenaje llamado “Noche de Campeones” , el viernes 24 de octubre en el Hilton Fort Lauderdale Marina, en Fort Lauderdale, Florida, en el preludio del Campeonato Mundial Juvenil.

“El judo ha sido el vehículo a través del cual hemos podido expresar nuestra educación, nuestro respeto, voluntad, disciplina”, dijo el profesor Guardia. “Estos aspectos resumen la esencia de este arte marcial”.

El noveno dan Luis Guardia, quien ha dedicado toda su vida a la enseñanza de esta disciplina, no se detiene. Este discípulo de Kolychkine, a sus 82 años, continúa colaborando en todos los eventos en el sur de la Florida.

Un lugar donde el octavo dan Leyshon “Jack” Williams se entregó en cuerpo y alma, siendo recordado como profesor de MDC y por haber entrenado a muchos miembros de la policía de Miami. Durante décadas Jack ha enseñado a muchos campeones, algunos de los cuales son ahora dueños de dojos en todo el sur de la Florida. Mientras, su alumno Héctor Estévez, después de su destacado paso por las competencias como atleta, ha dirigido sus pasos a la noble tarea de árbitro.

Cada uno tiene un currículum vitae muy extenso, repleto de títulos, honores y éxitos deportivos, sin embargo los tres destacan más que nada por su ejemplar actitud. Guardia pertenece apenas a la tercera generación de judocas y constituye una verdadera leyenda viva de este deporte.

Además de Cuba, donde ganó todo como atleta, Don Luis ha trabajado en el desarrollo del judo en Europa y en Estados Unidos. “Todos los que conocen de judo en América saben quién es el profesor Luis Guardia”, comentó Estévez. “No solo fue uno de los cinco maestros que difundió el judo en Cuba, sino por ser el único que ha alcanzado el 9no dan”.

El estadounidense Jack Williams, quien obtuvo numerosos Campeonatos Nacionales, logró licenciarse en Japón en “Técnica de arresto y defensa personal”, lo cual le sirvió para entrenar a la Academia de la Policía del condado, actividad que compaginó con la de profesor de Educación Física en Miami Dade College (1960 -2010). “Jack fue uno de mis entrenadores y le profeso un profundo respeto”, señaló Estévez. “El es un judoca que en los años 60’ ya enseñaba y le impartía clases a la policía”.

Antes de ser su alumno en MDC, el pequeño Héctor llegó a Miami con 11 años y un día repartiendo el diario Miami Herald se acercó al dojo del maestro Reynaldo Montpelier, quien había sido campeón en Cuba en 1959. “Montpelir vino y me preguntó ‘¿quieres practicar?’ y le respondí que ‘no tenía dinero para pagarle’, me dijo ‘eso no importa’”, relató Héctor.

“Me adoptó como un padre, me entrené con él y gané todo para su club”. Como competidor Estévez obtuvo varios premios destacando el campeonato estatal junior y senior (1970), campeón nacional en 1994, oro en el Panamericano de Judo de Buenos Aires (1978) y plata en los Juegos Panamericanos de San Juan (1979). Posteriormente, ya como árbitro, Estévez participó en los Juegos Olímpicos del 2008 y actualmente ocupa varios cargos como referí en la Florida y América.

“Hector tuvo la oportunidad de desarrollar su judo, tuvo buenos profesores, se superó y logró ganar medalla competir representando a EEUU”, indicó Guardia. “Después como árbitro ha tenido un éxito extraordinario”.

Tal vez fue una coincidencia, pero aquella estrella de oriente parece haber guiado a lo más alto del firmamento a esta suerte de reyes magos del judo.

 

Por Pedro J. Gonzalez / elnuevoherad.com

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